Guiso de las bodas de Camacho




Soy una  enamorada de Cervantes, El Quijote y la cocina manchega, así que nada mejor que juntar estas tres pasiones preparando una de las recetas a las que hace referencia el genial escritor. De paso, rindo mi pequeño homenaje en el IV Centenario de su muerte que se conmemora este año. 

Si siempre es importante cuidar la calidad de los ingredientes, en este caso lo es aún más ya que un buen pollo, unos huevos de gallinas camperas y un buen pan blanco marcarán la diferencia entre un guiso corriente y uno delicioso.



Los ingredientes que utilicé fueron:

  • Un pollo troceado
  • Tres cucharadas de harina
  • Una cebolla
  • Un vaso de vino blanco
  • Tres vasos de caldo de pollo
  • Dos yemas de huevo duro
  • Dos rebanadas de pan
  • 50 gramos de jamón serrano
  • 50 gramos de pan rallado
  • Un huevo
  • Dos dientes de ajo
  • Seis almendras crudas laminadas
  • Pimienta
  • Perejil 
  • Azafrán
  • Sal
  • Aceite de oliva virgen extra

Lo primero que hice fue salpimentar el pollo y enharinar los trozos. A continuación los freí en una olla con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra bien caliente.

Cuando estuvieron dorados añadí la cebolla picada y rehogué durante unos minutos hasta que quedó blanda.  Entonces añadí el vaso de vino blanco y tres vasos de caldo de pollo. 

Bajé la intensidad del fuego y dejé el pollo cociendo mientras seguía preparando la receta.





Freí las rebanadas de pan en una sartén con un poquito de aceite de oliva y cuando se doraron las saqué a un mortero. Incorporé las yemas de huevo duro, las almendras laminadas, los dientes de ajo pelados y laminados, el azafrán, la pimienta y una pizca de sal. 

Machaqué bien todo y añadí la mezcla a la olla con el pollo. Ya solo quedaba preparar las albóndigas.





En un cuenco mezclé un huevo batido, el pan rallado, el jamón serrano y el perejil bien picados. Luego fui haciendo bolitas del tamaño de una nuez y las freí en abundante aceite de oliva. Las saqué a un plato con papel secante para que absorbiese el exceso de aceite.

Cuando el guiso llevaba una hora  y cuarto cociendo añadí las albóndigas a la olla, rectifiqué de sal y dejé cocer todo a fuego suave durante quince minutos más.






Lo serví bien caliente, acompañado de una copa de vino manchego y un buen trozo de pan blanco. ¡Para chuparse los dedos!

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